Puede ser la mujer de mi vida ¡Azar! Mientras entre luces de besar, lo dudaba… ¿El destino amanecía?
Sus brunos cabellos lisos, que con novicias manos le arrinconaba hacia los costados de su cara. Que, entretanto lindaba sus pelos, se consolidaba bella. O antes, porque eran de ella. Siento aún el tacto, ¡bonita mía! Me rayaban, probables anuncios, caricia tras caricia, imágenes paradisíacas, en ese momento, imposibles de conquistar.
Incansable mimo proyector de amor. Conducido por los dedos. Dejándolos caer suave, y alargando la yema de curvas a toques de piel, que no terminaran además. Si la piel de su cara importaba, la piel de su cuello mis labios resbalaban. Usando mi boca para tomar Edén de su cara. Besarla cuanto más pudiera. Hubo, partes sin referirse la primera vez. Aunque sí procuré embeber la calidez de casi toda parte piropo de piel.
Divertimento y felicidad, ¡buenas secuelas! «sufría». Sus bonitos ojos, en su cara, bella. En esa tez larga de bonita. Acicalada por ropa colgante, blanda, diáfana, que despistaba. Como fruta única de Sol, entreabierta en buen tiempo. Esparcida entre parecidas ¡Encanto!
Retengo su cara en mis manos por espacios de atención. Le hubiera pintado la cara, de haber sido lápices o rotulador. Tendría garabatos o, tal vez, algún dibujo sin arte. O desagües crecientes de amor. O afluentes de ríos que no buscan ser caudal o manos desordenadas que los atajen. Los besos, ¡ya! menos cuidadosos, más patosos, más absorbentes por ceñirse eternamente… Besos de remolino rectilíneo, por afán de labranza, por centímetro de su cuerpo.
¡Cuántas veces miré sus ojos! ¡Tanto que besé su nariz!, como cuando se acierta en el centro del centro, ¡no quise esquivarla tampoco! No beso sin recuerdo.
Usé mis dientes en sus labios. Incisivos con la menor fuerza. Besar en otro lenguaje. Y punta de mi lengua, que navegara entre sus labios, ¡zigzag! Y sentir los filos de su saliva como licor. Sintiendo creación de elixir, de lado a lado. Pintándole muy fino los labios. Y ¡de repente!, «crías de cocodrilo» con el ras de la barba de mi cuello en el suyo. Creí posible no riera o no cosquillas. Sólo, creí.
¡Rió! ¡Reí! Aparte, tres instantes, de limón dulce no faltaron, aunque se esfumó, su golosina, su aroma de mis dedos. Raro. (Si siempre permanece) ¡Pena! La primera vez, así dulzón, y nada… se esfuma…
Faltó besar la frente. Hubiera parecido incoherente o cortante, ahora que lo pienso. De esas veces que, encandilado, continúo atónito. E indecisa ella, me mira, no sabe qué pienso. Si es bueno o malo lo que estoy pensando. Con media mueca sonriente cree poder adivinarlo. Malo no, le digo, ya te lo diré. Entusiasmado, tuvimos que despedirnos con verdad o mentira teatral. Con efectos reales de quererse. Finiquitándose el azar. Atrás ya.
¡Misterioso!, con tan poco no te olvide. Una punzada de arena en el corazón más que toda una playa en la cabeza. Una sensación de primera vez permanente.